Es importante no perder el rastro.
Observas que hay, justo cerca del tocón, unas huellas recientes de cascos que se dirigen en dirección al Puente del Río Que Siempre Entorpece.
Te apresuras a seguirlas, cojeando un poco y refunfuñando.
Has tenido el tiempo justo de arreglarte el pañuelo del cuello y colocarte un sombrero hongo. Sueles vestir con uno tipo tricornio de copa alta, pero reservas el que llevas ahora para cuando vas a repartir tortas.
A un leprechaun nunca se le roba el oro así.
Se te acerca un hada al que hace unas semanas le hiciste un único zapato (te parece hilarante currarte mucho un zapato, pero sin hacer el par) y se pone a protestar con su vocecilla de hada por el encargo que te hizo.
Ahora no estás de humor para esto. Aunque las hadas también pueden ser peligrosas, no hay nada más peligroso que tú en este momento.
Podrías pararte un minuto a hablar con ella y disculparte por tu trastada.
O puedes hacerle ver de manera grosera y directa que te deje en paz.