La Tata es un pequeño restaurante de Little Italy de aspecto familiar. Su comedor no alberga más de una docena de mesas y casi siempre está vacío. De hecho a nadie en Little Italy se le ocurre hacer una reserva en la Tata si no es invitado.

A ti te ha invitado el dueño del restaurante. No es el viejo Vitorino, no. Ese es el cocinero y el dueño de los papeles. Es quien lo regenta. El verdadero dueño es el señor Paolo. En realidad el señor Paolo es el verdadero dueño de toda Little Italy y parte del resto de la ciudad. Viéndolo ahora frente a ti, regordete y con aspecto bonachón, como un papa noel repeinado y púlcramente afeitado no dirías que es el hombre más peligroso de esta ciudad. Una orden de Paolo puede llevarte a la gloria o al fondo del río.

Y aquí estás tú ahora intentando explicarle a este capo un malentendido con tu banda. Porque tú también tienes tu banda. Claro que en tu caso son una docena de matones y ladrones asociados de forma un tanto caótica. Rindes tributo a Paolo e intentas controlar a tus chicos. Pero a veces meten la pata, como en esta ocasión, y te toca a ti arreglar los platos rotos.

Por eso te han invitado a comer.

Acabas de entrar en el restaurante y Don Paolo te espera sentado en una de las mesas. En la entrada está uno de sus guardias. Apoyado en la barra ves a otro y al fondo, junto a los baños, un tercero. El conseglieri de Paolo está en otra mesa, fumando, como si aquello no fuera con él. Sólo Don Paolo te mira directamente, con esa sonrisa tan afable como engañosa.