La enorme sala del comedor comunal está repleta de trabajadores, que devoran sus almuerzos despreocupadamente codo con codo. Te haces con un cuenco de comida y te dispones a disfrutar de la camaradería obrera. La comida no parece tan buena como la del espacio de dominio, pero es nutritiva y de calidad aceptable, a pesar de que el hombre que reparte las raciones no para de toser sobre ellas.

- Pero bueno, ¿un residente del espacio de dominio en el comedor comunal? ¡Me lo cuentan y no me lo creo!- El capataz Sauras se sienta a tu lado, parece alegrarse genuinamente de compartir mesa contigo.- ¿Acaso no le gustan los guisos de la señora Vila?- Te dice mientras se ríe de su propio chiste.