El siciliano se sentía como si de golpe le faltase el aire, era todo... La guerra, la mierda de curros, la situación

–Espera un segundo –contestó Luca antes de dar media vuelta–. Me he dejado una cosa.

Una vez en el exterior pareció relajarse por un breve momento, se dirigió a un lado de la calle donde había una pared donde se situó al parecerle adecuada para lo que buscaba. Tras ajustarse el sombrero, extrajo un pitillo del interior de su chaqueta y con ayuda de una cerilla lo encendió.

Tras expulsar un par de bocanadas de aire, tuvo todo el plan claro. Así que dejó caer el cigarrillo y tras pisarlo echó a correr rumbo a su coche. Debía largarse de allí si quería seguir con vida.

El Don no le dejaría hacerlo, hace un año cuando pasó el ritual de sangre que le hacía formar parte de la familia, quemó una estampita de Santa Teresa, manchada por su propia sangre. Mientras la quemaba pronunció un juramento.

Recordaba lo que le dijo en aquel momento Tommy 'Ruleta':

–A partir de ahora formas parte de la famiglia será lo más importante de tu vida y sólo podrás abandonarla con los pies por delante. No lo olvides chico, nunca lo hagas.

¡Diablos! no lo había hecho, pero debía luchar por su supervivencia. Entonces pisó el acelerador y se largó de alli.

En algún lugar de otra ciudad de los Estados Unidos de América.

Era de dominio público que la guerra ha terminado. El mismo día que Luca decidió cortar sus lazos la familia Barone acabó con el ragazzo de Don Marchetti.

Le han invitado al viejo a retirarse y ha sido su segundo hijo el que ha heredado la corona de la familia Marchetti. Con ello vino la paz y el fin de las rencillas. Aquella era la peor noticia para Luca, o sólo porque confirmaba que había tomado una mala decisión, si no porque eso significaba que su vida seguía en peligro por haber violado el juramento con la familia. Algo tan grave como violar la ley del silencio, la omertá.

–Deseas más café –le preguntó la camarera trayéndole de vuelta a la realidad.

–No gracias, cóbrate y quédate el cambio –contestó levantándose y dejando un billete en la mesa.

El aire en el exterior era frío, no en vano el invierno estaba aun repartiendo sus últimos coletazos antes de dar paso a la primavera.

–Don Maurizio te manda recuerdos –dijo una voz con un marcado acento italiano que le pilló por sorpresa. No tuvo tiempo de reponerse pues sintió hasta ocho golpes en el estómago proporcionados por aquel extraño en el que apenas había advertido.

Entonces el sicario huyó dejándole solo. Su vista estaba borrosa y tan sólo advirtió la marcha de su asesino por el sonido de sus pisadas. Se llevó las manos a su abdomen dolorido por los puñetazos, estaba húmedo... No eran puñetazos

Incapaz de mantenerse en pie, cayó al frío suelo. Una voz en el interior de la cafetería de donde había salido grito de terror.

Pero Luca ya no oía nada.

Estás muerto

Muchas gracias por jugar esta partida, sin embargo sabemos que este no es el final que esperabas. Puedes reiniciar la partida clickando el botón reiniciar partida