El siciliano apretó con fuerza y rabia el gatillo de su pistola.

La cabeza de la joven estalló como si de una sandía se tratase cubriendo todo el suelo de color carmesí. Algunas de las gotas rubíes fueron a parar al rostro de Luca, sin embargo éste no pareció sentirse molesto por aquello.

Era una auténtica siciliana incluso en América, al final cabo no eran otra cosa si no dos almas que habían ido a parar allí y una vez más el estado les había arrollado.

Su ejecutor se incorporó dejando caer el cuerpo inerte que había empezado a enfriarse y empezó a ordenar sus pensamientos. Allí había llegado por encargo de un pezzonovante que ni siquiera era italiano. Un político corrupto que no sólo flirteaba con la familia Barone, si no con los Marchetti y dios sabe quién más.

Puede que supiera algo de ese Carlo... Sin embargo no estaba seguro de si quería abrir aquella caja de Pandora.