Con determinación, el aventurero decide actuar ante el misterioso hombre flaco, interpretando su presencia como una amenaza o un desafío. Empuñando su arma con firmeza, el aventurero se prepara para el enfrentamiento. El nigromante, aún temblando de miedo, levanta el libro en un intento de defensa, pero su semblante revela una vulnerabilidad palpable. El aventurero, con habilidad y rapidez, esquiva los movimientos titubeantes del nigromante y asesta un golpe certero.
El sonido metálico resuena en el pequeño espacio del carruaje cuando el arma del aventurero encuentra su objetivo. El nigromante, derrotado, cae al suelo entre las velas encendidas, cuyas llamas titilan de manera frenética como si reaccionaran al tumulto. El aventurero, con cautela, observa al nigromante caído. La piel grisácea del nigromante refleja la palidez de la muerte, y las velas que sostenía ahora yacen apagadas en el suelo, sumiendo el carruaje en una semi oscuridad. El misterio que envolvía al nigromanteparece desvanecerse con su derrota.
El silencio se instala en el carruaje, interrumpido solo por el crepitar de las velas moribundas.