La cena transcurre con normalidad, cada plato exquisito y cada sorbo de vino contribuyen a la atmósfera de camaradería en la mesa. Conforme los últimos bocados son degustados y las conversaciones se desvanecen en risas y murmullos satisfechos, el mago se levanta de su asiento. Con una expresión afable, el mago anuncia su despedida temporal.
-Queridos amigos, ha sido un placer compartir esta cena con ustedes- dice con una sonrisa. -He alquilado habitaciones en la taberna para cada uno de ustedes, donde podrán descansar y retomar nuestras conversaciones mañana por la mañana.
Los comensales asienten con gratitud, expresando su agradecimiento -en mayor o menor medida- por la hospitalidad del mago. El anfitrión, con la gracia de alguien acostumbrado a organizar encuentros, les indica el camino hacia la taberna, deseándoles una noche placentera y llena de sueños tranquilos.
La mansión, ahora envuelta en la serenidad de la noche, se despide temporalmente de los invitados. Cada comensal se retira hacia la taberna, llevando consigo el recuerdo de la cena y la anticipación de lo que deparará la mañana siguiente.