Item Descripción Valor

23

La mujer se detiene en seco mientras al ver que diriges tu arma hacia el señor Rovira.


- Pero, inspector, ¿sería usted capaz de disparar a un hombre indefenso?- Dice con voz lastimera mientras retrocede lentamente, observando la situación. Sus secuaces han logrado apuñalar a dos de los asaltantes, pero también han sufrido bajas.


Enfurecida, se lanza daga en mano hacia los dos rehenes. Apuntas con el revólver para detenerla pero no es necesario disparar. Fernando Vidal ha logrado liberarse de sus ataduras durante la pelea y esquiva en el último momento la embestida de la mujer, haciéndola caer de tal manera que la daga se hunde profundamente en su vientre. La vida de Zoila Vargas se apaga entre agónicos estertores.


La muerte del ama de llaves provoca una reacción en cadena. Ves como el cuerpo del señor Rovira convulsiona con violencia, mientras el techo de la caverna comienza a desplomarse y tanto los sirvientes como los anarquistas huyen despavoridos del lugar.


Ayudas al comisario Torres a incorporarse, a la vez que Vidal hace lo propio con el muchacho heredero. Lográis salir a la superficie y volver a la mansión.


En el exterior, todos los implicados en el ataque han sido detenidos por varias unidades de policía que acaban de llegar alertadas por los invitados a la fiesta. No te resultará fácil explicar lo ocurrido esta noche en la mansión Rovira.


[FIN]


67

Decides adentrarte en el pasaje. Los cánticos resuenan con más fuerza en las cavernosas paredes a medida que avanzas.


Finalmente llegas a una espaciosa cavidad natural en la que se desarrolla una escena dantesca. El señor Rovira y su sobrino nieto yacen semidesnudos e inconscientes dentro de una estrella de cinco puntas, dibujada sobre el suelo de piedra con algún tipo de polvo verde fosforescente. Los tres rehenes están arrodillados ante tres de las puntas de la estrella. También ves a los cuatro asaltantes, quienes observan el ritual desde un segundo plano con mezcla de asombro y curiosidad.


Zoila Vargas y otra media docena de sirvientes entonan una repetitiva oración, cuya cadencia va en aumento hasta alcanzar un clímax. Contemplas impotente cómo el ama de llaves apuñala el pecho de Cristóbal Merino con una daga serpenteante. Los sirvientes inician de nuevo el canto de la letanía mientras Vargas se dirige a la siguiente víctima, el comisario Torres.


Por suerte nadie te ha visto entrar en la sala, pero debes intervenir rápido.