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Finalmente estabas a salvo, de vuelta entre especies civilizadas, lejos de esa infame plaga de la que habías tenido la suerte de escapar. Porque lo sabías, tu supervivencia había sido por mera suerte, una suerte que la mayoría no tenía ni tendría nunca mientras esa plaga no llegase a su fin. Sin embargo, hecho de que hubieses podido regresar a tu hogar no quería decir que lo hubieses hecho igual que cuando saliste de él… aquel mundo te había cambiado de formas que nunca hubieses creído posible.

Habías visto el corazón de la bestia, sus aberrantes y superpobladas ciudades, su moribundo planeta de origen, extremadamente contaminado, su perversa y violenta naturaleza, su execrable conducta incluso con sus semejantes, con crímenes entre semejantes incuso en el mismo centro de su territorio… un territorio que no hacían más que expandir para seguir alimentando su insaciable hambre de recursos, su inacabable ansia consumista. Alguien tenía que detener a los humanos, no podía permitirse la continua y descontrolada expansión Imperio Humano… incluso aunque ese alguien tuvieses que ser tú.

Por eso, por que habías visto su corazón, pisado la Tierra y vivido para contarlo, pasarías el resto de tu vida enfrentando a los abominables humanos, primero como un soldado, luego como un mercenario, y con el tiempo, como líder de un creciente grupo de resistencia que los enfrentaría allá donde fuesen.

Aquellos no eran militares, no eran ninguna patrulla, ni parte de las Fuerzas de Seguridad de aquel lugar, eran simples criminales, incluso para el estándar de aquella maldita especie, pobremente armados, nada entrenados. Claro que incluso así, si les dabas la espalda lograrían acabar contigo fácilmente… por lo que tu única opción era quedarte y luchar hasta derrotarlos. Además, podías con ellos, lo sabías… o al menos, eso querías creer. Y por otra parte, después de haber pasado 11 ciclos ocultándote en las sombras y temiendo a cada instante que te descubriesen, aquella era tu oportunidad de resarcirte por todo lo que habías sufrido.

Por desgracia, aunque tomados por sorpresa a causa de tu resistencia y de que tus golpes no encajaban exactamente con lo que el camuflaje les mostraba, aquellas criaturas demostraron que también sabían pelear, y dado que el combate cuerpo a cuerpo tampoco era precisamente tu especialidad, uno de aquellos seres logró alejarse lo suficiente como para poder desenfundar un arma, antigua, de munición balística, cuyos disparos resonaron por el lugar a pesar de no darte. Claro que a pesar de no alcanzarte, lograron algo incluso peor, puesto que, atrajeron la atención de una patrulla cercana, que no tardó en aparecer en el lugar… justo en el momento en el que tu camuflaje, que había sido dañado por la pelea, dejaba de funcionar.

No hubo aviso, ni tampoco advertencia antes de que el dron que acompañaba a la patrulla abriese fuego sobre ti, sin importar que a tu alrededor estuviesen los criminales, los cuales cayeron como tu víctima de los disparos.