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Antes que nada, lo primero es darte las gracias por haber llegado hasta aquí, que al fin y al cabo, el motivo principal por el que he escrito en Autorol es para compartir esta y, espero, otras historias que escribiré en un futuro. Y lo segundo, como no, es esperar que, independientemente de las decisiones que hayas tomado y del camino que hayas recorrido durante la historia, hayas disfrutado de todo el trayecto… y que la sorpresa final te haya cogido, valga la redundancia, por sorpresa.

El motivo de ese giro final, motivo que espero no suene demasiado presuntuoso, ha sido porque quería hacer una historia, dentro de lo que cabe, típica, pero dándole la vuelta de tal forma de que, tras haberte identificado con el/la protagonista, al llegar al final descubras que nada era lo que creías, ni siquiera tú mismo/a, y que en realidad ha sido todo lo contrario… y con ello intentar hacerte ver que toda historia, sin importar cual sea, depende del punto de vista del que la cuenta. Espero, aunque sea mínimamente, haberlo conseguido.

Dicho esto, poco me queda más que volver a agradecerte tu interés por mi pequeña historia, esperar que la hayas disfrutado e invitarte a volver a jugar la historia para que puedas explorar otros caminos o simplemente para leerla con lo que ahora sabes. Además, siéntete libre de dejar en los comentarios tus opiniones sobre la historia, tus críticas, tus sugerencias, o lo que se te ocurra… cualquier comentario es bienvenido y agradeceré todos y cada uno de ellos, pero eso sí, ten cuidado de no poner spoilers, para que así los que aún no la hayan leído puedan sorprenderse al igual que tú.

De nuevo, muchas gracias.

¿Cuantos ciclos habían pasado desde tu captura? ¿Tal vez 10? ¿O eran ya 20? ¿O no llegaban a 5? Lo cierto era que no tenías ni idea, puesto que tu tiempo era un interminable ciclo de oscuridad, dolor y preguntas. Te habían encerrado en algún recóndito lugar, seguramente bajo tierra, pero ni de eso estabas seguro, con ataduras que no te permitían moverte ni un centímetro, con bolsas de líquidos conectadas a tu cuerpo para alimentarte y que no murieses, pero también para drogarte constantemente. Allí, con la oscuridad envolviéndote por completo y ni un solo sonido, la locura parecía siempre a punto de apoderarse de tu mente… y sin embargo, lo peor era cuando te sacaban de allí.

Si aquel agujero era la oscuridad, fuera de él solo te esperaba el dolor, un dolor más allá del que hubieses creído posible poder sentir, un dolor provocado por incontables experimentos e interminables torturas acompañadas por las mismas preguntas. Siempre las mismas, una y otra vez.

¿Quién te envía?

¿Cuál era tu misión?

¿Cómo lograste llegar a la Tierra?

Daba igual que les contestases con la verdad o no, las respuestas nunca les satisfacían, la tortura solo acabaría con tu muerte… y en el fondo de tu ser, sabías que los humanos no dejarían que esta llegase pronto.