Item Descripción Valor

La curiosidad; esa gran aliada de los científicos. Te ha llevado hasta donde estás ahora mismo, te ha ayudado a tener tu propio laboratorio y es la que te hace pensar que la mejor idea es tocar aquel vórtice.

Levantas tu mano, y nada mas entrar en contacto con la sustancia verdosa sientes un fuerte tirón que te absorbe hacia el interior.

Abres los ojos y ves que te encuentras rodeado de oscuridad. Mueves los pies pero no encuentras nada sobre los que apoyarlos. Los brazos tampoco alcanzan a tocar nada. Es como si estuvieras flotando.

Una profunda, grave y ronca respiración que parece provenir de todas las direcciones hace que se te erice el cabello de todo el cuerpo y es entonces cuando lo ves.

Cientos de tentáculos surgen de lo que podría ser un enorme rostro deformado situado a un par de metros de ti... Uno de ellos se acerca a ti, y con lentitud comienza a atravesarte el estómago hasta que sale por la espalda. No has sentido dolor, ha sido como si tu cuerpo fuera mantequilla. Tus ojos están fijos en aquel rostro y pronto pierdes toda consciencia de ti mismo, sumergiéndote en la oscuridad del lugar que te rodea.

Das la orden de escapar a todo el mundo mientras los rayos siguen machacando a tus compañeros de seguridad.

Conforme sales vas cerrando todo, sellando cada puerta, pero cuando estáis a punto de coger el ascensor para salir de aquella planta, por el largo pasillo aparecen los dos técnicos y los dos de seguridad. Recuerdas entonces que uno de los protocolos era que los guardias tenían los permisos para cambiar cualquier código, por lo que dejarlos encerrados atrás no ha servido de nada.

Puedes escuchar como el ascensor baja, pero para cuando las puertas se abren todo lo que queda son los jadeos de los cuatro, y el sonido de las gotas de sangre de sus manos y bocas golpeando el suelo.

Tu, en el suelo... inundado por el dolor del mordisco en la garganta que has recibido por uno de ellos tratas de respirar de forma poco satisfactoria. Y antes de caer inconsciente puedes ver como los cuatro os dan la espalda y se dirigen a paso calmado de nuevo hacia la sala del bolómetro centelleador...