Item Descripción Valor

Haces lo que debes, dices la verdad ante la incrédula mirada de los que te rodean y eres trasladado a unas instalaciones en mitad de alguna montaña que no eres capaz de identificar.

Encerrado en una celda en la que eres sometido a diferentes pruebas, vas notando poco a poco como vas perdiendo el control, hasta que pasados un par de meses tan solo eres un mero espectador de las acciones de tu cuerpo.

Eres examinado, interrogado y desde tu posición de observador tan solo puedes esperar que llegue el más que evidente final. El momento en el que no puedan obtener más información de ti, o mejor dicho, de la entidad que te ha poseído.

Ese instante llega pocas semanas después. La muerte al menos es dulce, indolora. Una inyección que te sume en un sueño que trae de vuelta tus mejores recuerdos con tu amigo Paco.

Das la orden de escapar a todo el mundo mientras los rayos siguen machacando a tus compañeros de seguridad.

Conforme sales vas cerrando todo, sellando cada puerta, pero cuando estáis a punto de coger el ascensor para salir de aquella planta, por el largo pasillo aparecen los dos técnicos y los dos de seguridad. Recuerdas entonces que uno de los protocolos era que los guardias tenían los permisos para cambiar cualquier código, por lo que dejarlos encerrados atrás no ha servido de nada.

Puedes escuchar como el ascensor baja, pero para cuando las puertas se abren todo lo que queda son los jadeos de los cuatro, y el sonido de las gotas de sangre de sus manos y bocas golpeando el suelo.

Tu, en el suelo... inundado por el dolor del mordisco en la garganta que has recibido por uno de ellos tratas de respirar de forma poco satisfactoria. Y antes de caer inconsciente puedes ver como los cuatro os dan la espalda y se dirigen a paso calmado de nuevo hacia la sala del bolómetro centelleador...