Item Descripción Valor

Haces lo que debes, dices la verdad ante la incrédula mirada de los que te rodean y eres trasladado a unas instalaciones en mitad de alguna montaña que no eres capaz de identificar.

Encerrado en una celda en la que eres sometido a diferentes pruebas, vas notando poco a poco como vas perdiendo el control, hasta que pasados un par de meses tan solo eres un mero espectador de las acciones de tu cuerpo.

Eres examinado, interrogado y desde tu posición de observador tan solo puedes esperar que llegue el más que evidente final. El momento en el que no puedan obtener más información de ti, o mejor dicho, de la entidad que te ha poseído.

Ese instante llega pocas semanas después. La muerte al menos es dulce, indolora. Una inyección que te sume en un sueño que trae de vuelta tus mejores recuerdos con tu amigo Paco.

El dolor en tu cabeza es muy fuerte, pero logras contener el impulso de abrir la puerta lo justo para con un golpe pulsar el botón de descontaminación. Poco a poco vas recuperándote y el dolor va disminuyendo al mismo ritmo que el nivel de oxígeno de la sala.

Los técnicos del interior caen al suelo inconscientes. Esperas unos minutos con el oxígeno de la sala al mínimo, ante de volver a hacer habitable la sala. 

Ahora que no hay nadie que se interponga es la hora de destruir el bolómetro, hay que hacerlo. 

Agarras una llave de tubo y te preparas para destruirlo, y un rayo impacta directamente en tu pecho, otro en tu brazo y un tercero en la mano. El dolor es tan fuerte que te ves forzado a caer de rodillas y poco a poco vuelves a sentir como pierdes el control.  Algo de nuevo está controlando tus acciones y parece que ahora lo que te va a obligar hacer es tocar el vórtice