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Aun no te explicabas como había podido pasar aquello, como un salto rutinario y, en teoría, controlado, te había llevado a aquel lugar, el más peligroso de todo el universo conocido, el mundo donde se había originado lo que entre las especies civilizadas se conocía como La Gran Plaga. Una especie de horribles y depravadas criaturas que, a pesar de su inteligencia, lo único sabían consumir y reproducirse sin control alguno. Una especie que había formado un Imperio que asolaba sistema tras sistema, mundo tras mundo, devorando sus recursos hasta volverlos completamente yermos. Y tú estabas en su centro.
A años luz de cualquier lugar mínimamente seguro o civilizado, lejos de todo lo que conocías y con una nave averiada entre los miles de millones de aquellas criaturas que habitaban en ese planeta, los millones que había en el asentamiento en el que te encontrabas, aquella especie de urbe, si es que se le podía llamar así, llena de construcciones y estructuras que se extendían hasta donde la vista alcanzaba y se alzaban hacia un cielo oscurecido por las permanentes nubes de desechos que hasta ocultaban la luz de su sol… y sin embargo, seguías con vida, lo cual era todo un logro.
Al menos, de momento.
No hay tiempo de pensar, solo de correr. Correr para salir de en medio de aquella masa de criaturas que no tardarían en darse cuenta de que no eras como ellas. Correr para llegar a tu nave y salir de aquel inmundo planeta antes de que te matasen o algo peor.
Conforme apartabas de tu camino a aquellos seres, empezaste a escuchar gritos que identificaste como sorpresa, enfado, indignación… pero no te importaba, tenías que correr aún más rápido. Y entonces, esos gritos empezaron a transformarse en gritos de miedo y horror, pues tu camuflaje había terminado de fallar… lo cual solo hizo que acelerases el paso aún más. Al menos ahora se apartaban de tu camino, permitiéndote ir más rápido. Ya habías recorrido casi tres cuartas partes de la distancia que te separaba de tu nave cuando tu brazo se sumió en una explosión de dolor. Las fuerzas de seguridad habían empezado a llegar y a disparar, y uno de los disparos te había alcanzado… pero eso no te detuvo. Tenías que seguir adelante, no podías frenar…
Otro impacto te alcanzó en el torso… dos más en la espalda… ya apenas podías avanzar un paso más cuando más disparos te alcanzaron, terminando de una vez con tu vida. Al menos, tu muerte había sido rápida…