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Antes que nada, lo primero es darte las gracias por haber llegado hasta aquí, que al fin y al cabo, el motivo principal por el que he escrito en Autorol es para compartir esta y, espero, otras historias que escribiré en un futuro. Y lo segundo, como no, es esperar que, independientemente de las decisiones que hayas tomado y del camino que hayas recorrido durante la historia, hayas disfrutado de todo el trayecto… y que la sorpresa final te haya cogido, valga la redundancia, por sorpresa.
El motivo de ese giro final, motivo que espero no suene demasiado presuntuoso, ha sido porque quería hacer una historia, dentro de lo que cabe, típica, pero dándole la vuelta de tal forma de que, tras haberte identificado con el/la protagonista, al llegar al final descubras que nada era lo que creías, ni siquiera tú mismo/a, y que en realidad ha sido todo lo contrario… y con ello intentar hacerte ver que toda historia, sin importar cual sea, depende del punto de vista del que la cuenta. Espero, aunque sea mínimamente, haberlo conseguido.
Dicho esto, poco me queda más que volver a agradecerte tu interés por mi pequeña historia, esperar que la hayas disfrutado e invitarte a volver a jugar la historia para que puedas explorar otros caminos o simplemente para leerla con lo que ahora sabes. Además, siéntete libre de dejar en los comentarios tus opiniones sobre la historia, tus críticas, tus sugerencias, o lo que se te ocurra… cualquier comentario es bienvenido y agradeceré todos y cada uno de ellos, pero eso sí, ten cuidado de no poner spoilers, para que así los que aún no la hayan leído puedan sorprenderse al igual que tú.
De nuevo, muchas gracias.
Al contrario de lo que habías pensado en un principio, no te llevaron a ninguna instalación militar, ni tampoco empezaron a torturarte ni a experimentar contigo, sino que te encerraron en una sala de detención común a la espera de que el efecto del aturdidor se disipase. Estaba claro que tu detención no tenía nada que ver con tu autentica identidad, que no sabían que no eras un ser humano… pero poco importaba. La energía de tu camuflaje no aguantaría lo bastante como para poder escapar.
Fueron los gritos de las celdas que te rodeaban los que llamaron la atención de los guardias cuando finalmente tu camuflaje se apagó, siendo estos los que activaron los sistemas de descargas eléctricas de tu celda para evitar que hicieses nada, incluso a pesar de que ni siquiera se había terminado de pasar el aturdimiento. Y mientras tú te retorcías de dolor por las descargas, ellos llamaban a gritos a sus superiores. Esta vez sí, no tardaron en aparecer los militares, quienes rápidamente usaron gases para dejarte inconsciente.
La próxima vez que despertases, estarías en una sala de torturas… o tal vez en una mesa de operaciones mientras realizaban algún experimento contigo, pues esa era la forma de actuar de la maldita humanidad. Lo único que podías hacer mientras la oscuridad se apoderaba de tu mente era maldecir el día que acabaste en la Tierra… y esperar que tu muerte llegase pronto y antes de que volvieses a despertar.