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El salto de regreso al espacio civilizado duró varias horas, prácticamente todo un ciclo, y tuvo más complicaciones de las que esperabas, aunque no por el viaje en sí, sino más bien por la herida que habías recibido. En primer lugar porque los suministros médicos de tu nave se habían perdido cuando te estrellaste en aquel inmundo planeta, y segundo porque por desgracia, la herida, que en principio no tenía que haber sido especialmente grave, se había infectado con rapidez, seguramente a causa de toda la maldita contaminación que impregnaba toda la atmosfera de aquel horrendo mundo.

Cuando finalmente te encontraron, la infección se había extendido y tú delirabas con las imágenes que la Vieja Tierra había dejado en tu mente. Por suerte para ti, al ver tu estado, la patrulla que te encontró te llevó rápidamente a un centro médico donde pudieron tratarte, salvando a si tu vida, aunque por desgracia, fueron incapaces de librarte de las secuelas que la humanidad había dejado en ti. Secuelas tanto físicas a causa de la herida, como psicológicas a causa de la experiencia.

Nunca volverías a ser como antes de tu encuentro con los humanos… y en no pocas ocasiones, especialmente en la oscuridad de la noche, ni siquiera el hecho de haber podido escapar con vida del corazón del Imperio Humano bastaba para compensarte.

Aunque la herida, en principio no parecía grave, eso no quería decir que no te afectase, y dudabas que con ella pudieses despistar a la patrulla si huías y decidían perseguirte. Además, incluso dentro de los estándares de aquellas abominables criaturas, los que te perseguían eran criminales, por lo que no debería costarte engañarles. Y eso hiciste.

Te acercaste hacia donde estaban, pidiéndoles ayuda y señalando el lugar por el que habías llegado, con tan buena suerte que justo en ese momento, tus perseguidores giraron la esquina y aparecieron con sus armas en alto, por lo que la patrulla no lo dudó, saliendo uno de ellos junto con un dron que les estaba sobrevolando en persecución de los criminales, quien al ver a la patrulla habían dado media vuelta y huido.

El otro miembro de la patrulla se quedó contigo, diciéndote que te quedases… hasta que de repente, su voz se detuvo y miró entre extrañado y asustado al suelo. Sin saber lo que pasaba, seguiste su mirada y viste lo que le había llamado la atención… era tu sangre, que había goteado y formado un pequeño charco en el suelo. El charco, si es que podía llegar a merecer dicho nombre, era casi insignificante, sin apenas importancia... de no ser porque, evidentemente, estaba formado por tu sangre, una sangre que desde luego no era del color que hubiese tenido que tener si fueses realmente alguien de su especie. Cuando levantaste la vista para intentar buscar una excusa, viste que ya era tarde, el guardia te estaba apuntando, y un instante después te había aturdido con su arma.