Acompañas al tipo a la sala de seguridad. Te lleva por un pasillo lateral que sale de la zona de baile. Está un poco oscuro y húmedo pero piensas que es normal teniendo en cuenta que esto antiguamente era una fábrica abandonada. 

Cuando abre una puerta de metal estás a punto de preguntar pero, de forma brusca, te empuja hacia el interior de la habitación. La puerta de metal se cierra detrás de ti. Pero tú te quedas de frente a la gente que hay dentro. Son media docena de personas con máscaras de animales, hombres y mujeres, que están alrededor de una mesa. Con el ruido de la puerta se han girado para verte. Un par de ellos se acercan. Te das cuenta de que llevan en sus manos escalpelos ensangrentados y serruchos médicos, de los que se usan en autopsias. 

Entonces ves el cadáver encima de la mesa. No. No es un cadáver. Aún respira. Sus ojos desencajados por el dolor y el terror se giran hacia ti. Quizás quiera advertirte o solo gritar, pero su boca está tapada por una bola de caucho. Los de las máscaras ya están a tu lado. No eres capaz de reaccionar cuando te abrazan, casi con suavidad, mientras te acercan a la mesa. Alguien te clava una aguja. Mientras tus músculos se relajan te das cuenta de que serás la siguiente autopsia en esa mesa. Lo peor de todo es que sabes que el efecto de lo que te han inyectado se desvanecerá antes de que terminen contigo.

FIN