Extiendes tus largos pies y sus feas uñas frente al calor del hogar, disfrutando nuevamente de la calma de tu despertar y del reposo que ha traído consigo.

Fue un largo viaje. Por fortuna ahora estás ya a salvo en la pequeña cabaña de esta minúscula aldea, lejos del frío y los peligros del exterior. Sin embargo, es inevitable plantearte que este momento de solaz no ha de durar demasiado. Te has ganado esta breve hospitalidad gracias a tus esfuerzos, pero sabes que en realidad no eres bien recibido por la anciana y su ahijada. En cualquier caso, permanecer ahora frente al calor de la chimenea mientras examinas tus vendajes resulta agradable, por lo que regresa una sensación de duermevela.

Sabes que a tus espaldas se desarrolla una conversación, pero las voces llegan hasta ti como susurros apenas audibles, que sólo contribuyen a adormecerte aún más. Observas cómo los interlocutores del centro de la estancia siguen hablando hasta que se van alejando como dos figuras brumosas hacia la puerta de la pequeña cabaña.

Esperas que nada te despierte de nuevo.