Un rostro de obsidiana se gira para observarte al interrumpir la conversación, atravesándote con la mirada. Pero súbitamente la joven parece no estar mirando nada ya, perdida en sus propios pensamientos, al parecer encontrándote del todo indiferente. Es como si no existieses.

Tratas de hacer un comentario para demostrar tu interés sobre lo que sucede:

- Eh... - carraspeas.

Pero la joven ya se ha dado de nuevo la vuelta para continuar la conversación con su interlocutor. Parecen estar hablando de algo importante y no es momento para interrupciones. Después de todas vuestras aventuras pasadas, en realidad para ella no eras más que un criado. Apenas un pobre perdedor que acaba de ganarse su libertad.

Observas, aún somnoliento, cómo transcurre la conversación entre ellos hasta que se acercan a la puerta de la pequeña sala antes de salir al exterior. Mientras tanto, la anciana que te hablaba cuando despertaste se limita a observarte ahora que os habéis quedado solos.