Te desperezas bostezando profundamente, para después mirar a través de la cristalera de colores que se asoma al exterior desde la cabaña.

Entretanto, a tus espaldas se desarrolla una conversación entre la joven de larga melena azabache y el hombre envuelto por una túnica. Parecen dialogar mientras vuestra anciana hospedera les observa.

Afuera pueder ver cómo se desarrolla la vida en el exterior durante la caída de la tarde, pero te sorprende ver la espesa bruma que se extiende por el bello paisaje de Andrágoras. Envolviendo la zona con un baile irreal, en ocasiones pareciese incluso, como si se tratase del humo que arrastra un incendio. Pero no, en realidad es aún más extraño. Te resulta inquietante; no, no parece ser de un origen natural. Y no es sólo por los súbitos aromas de pestilencia que arrastra consigo la niebla, es por su mera existencia. Como si se tratase de una especie invasiva que pugnase por abrirse paso luchando a través del bosque, esa capa parece sacada de tus propias pesadillas. Es inevitable pensar que quizás sea mejor abandonar cuanto antes este lugar. Si es que hay alguna parte ahí fuera a donde puedas ir.