Sin apartar la mirada de la figura brumosa sacas del zurrón la caja, rugosa y agrietada, que contiene el hueso de santa Teresa. La criatura sigue allí, mirándote fijamente. Si no actúas, lo hará ella. Te decides.

"¡Atrás!" gritas, mostrándote y alzando la reliquia.

La criatura abre de par en par sus ojos lechosos. Hace ademán de retroceder pero se detiene.

"¿Se puede saber qué es esto?" pregunta, señalando la cajita que sostienes. Su voz suena grave y sosegada. Humana. 

La reacción te descoloca. Las palabras se amontonan en tu garganta.

"Es... ¡un hueso de Santa Teresa!" logras balbucir. "¡La reliquia más sagrada de la iglesia!"

Percibes una fugaz mueca burlona cruzar los labios de la criatura. Entonces se levanta y con un movimiento raudo te arrebata la caja de las manos. La abre y desenvuelve el hueso sagrado.

"Esto es un fémur de gato" declara antes de arrojarlo a la hoguera.

Boqueas, incapaz de ensamblar ninguna frase coherente.

"Le han engañado para que vaya a las fauces del lobo por su propio pie" dice la criatura, sentándose otra vez. "No les culpo... creen que así pueden apaciguar la niebla. ¡Pobres diablos! ". Con un gesto te indica que te sientes. "No tema. Soy el párroco de Huesos. Bueno, lo era. Y dentro de poco, nada seré".