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Al salir por la ventana llegáis a un callejón angosto cubierto de cascotes de la destrucción de la guerra. Miráis a un lado y a otro y finalmente señalas una de las callejuelas perpendiculares. Os da un vuelco un corazón cuando, al acercaros, una furgoneta os bloquea de repente el paso, con sus neumáticos chirriando por el frenazo.
-¡Rápido, subid!
-¿La contraseña?- alcanzas a decir.
-¡Brunete!¡Brunete!- os apremia el conductor. Sin pedir más, os lanzáis a la parte de atrás del vehículo, que acelera por las calles de Irún levantando nubes de polvo. No os atrevéis a alzar la cabeza cuando oís disparos tras vosotros. Sólo miráis al exterior cuando se dejan de oír los insultos de vuestros perseguidores que, a pie, no tardan en quedar atrás. El vehículo, una furgoneta destartalada que para vuestra fortuna se ha mantenido de una pieza a pesar de llevarla su conductor al extremo, sale de la ciudad y se adentra por caminos de tierra entre bosques frondosos. Comenzáis a preocuparos por alejaros demasiado de la ciudad y del Bidasoa, pero Alonso, el que goza de mejor sentido de la orientación, tranquiliza al grupo diciendo que el vehículo está dando vueltas sin distanciarse demasiado. El tercio no puede precisar si el objetivo de esto es desorientar a la Guardia Civil, o a vosotros mismos. La camioneta para de repente.
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ALONSO DE ENTRERRÍOS