El párroco te dirige una mirada triste pero de férrea convicción.

"Yo sólo me rindo a los hechos. Confié en la Cruz y la Cruz me falló. Dios es débil en los símbolos modernos. Nos hemos obsesionado con las formas y hemos olvidado lo que es Él de verdad, lo que realmente importa". Calla, como si sus palabras le dolieran. "Por suerte, conseguí arrastrarme hasta aquí".

"¿Qué quiere decir?"

"Nos encontramos en lo que queda de un asentamiento de los primeros cristianos, lo que siglos después se convirtió en la aldea de Huesos" dice el párroco. "Aquí, la niebla se debilita. Algo debe quedar de los símbolos del cristianismo primigenio, remanentes de una fe más sencilla, más pura, que ejerce algún tipo de protección. Pero ni eso podrá detener el avance de la niebla por mucho tiempo".

Te gustaría dedicarle alguna palabra de aliento pero la verdad que revela su cuerpo evanescente es irrefutable. El crepitar de las llamas llena tu silencio.