Las puertas de la iglesia están cerradas. Las golpeas con todas tus fuerzas pero la madera es tan gruesa que dudas de que nada pueda oírse en el otro lado. Un rodeo al edificio no revela ninguna otra posibilidad de acceso. Encuentras una portezuela de metal en la parte posterior, pero está tan cerrada como el portal principal. A pesar de que esta vez escuchas tu llamada resonar en el interior, no obtienes respuesta alguna.

Consideras las ventanas pero los muros son demasiado lisos para trepar hasta ellas. Además, tienes la certeza de que en caso de que pudieras alcanzarlas, resultarían demasiado estrechas.

Lo único que puedes hacer recostar la espalda en los viejos muros y contemplar la lenta pero inexorable expansión de la niebla. Huesos es, simplemente, demasiado grande.