Rápidamente Luca la rodeó con sus brazos. La tela del traje rozaba el mentón de la joven que luchaba fuertemente por vivir y golpeaba una y otra vez la presa buscando librarse. No podía gritar, aunque todo en su ser la incitaba a pedir ayuda.

–Shhhh, ya se acaba.

La joven siguió golpeando cada vez con más fuerza, como si estuviese descubriendo su propia fuerza, pero era insuficiente para deshacer la presa.

De repente la cadencia de sus golpes empezó a bajar, y con ella la intensidad. Hasta que de repente depositó su mano sobre el brazo que la apresaba antes de caer inerte al suelo. Estaba muerta.

La joven se encontraba desplomada en el suelo. Su cuerpo permanecía inerte mientras se iba enfriando paulatinamente. A su lado velaba el cuerpo su ejecutor.

–¡Misión cumplida! –era lo que tenía que pensar el verdugo, sin embargo no se sentía bien con aquello. Era un trabajo, pero no el trabajo que buscaba. No merecía la pena darle más vueltas, había que volver y dar el parte al Don.