En el sobre había un pliego de papel tan ajado como su contenedor. Al desdoblarlo mis ojos se posaron en un texto con una caligrafía alargada, un tanto nerviosa.
Estimado sobrino:
He respetado la voluntad de tu padre de mantenerte alejado de las obligaciones y pesares que atañen a nuestra sangre, cargando yo con todo el peso de las mismas por un juramento que, por desgracia, ya no puedo mantener.Ahora mis días se acaban y tú eres el último de nuestro linaje. En vano he intentado tener un descendiente que te eximiera de recibir esta caja. Sintiendo no haber podido cumplir la promesa que le di a tu padre te hago receptor de nuestro legado.
Es más que posible que no sepas de que va todo este asunto y me veo imposibilitado a decírtelo por escrito, pero los objetos que hay en esta caja te ayudarán a comprenderlo todo en su debido momento.
Afectuosamente tuyo,
Tío Edgard
Miras nuevamente la caja. Esto cada vez es más extraño.
