Lucháis con valor y habéis dejado un increíble número de muertos entre los asaltantes enemigos, no has sido capaz de contar cuántos habéis matado, pero tú no has liquidado menos de quince, o tal vez veinte. Ya es imposible huir, estás rodeado junto con algunos hermanos de armas que prefieren dar la vida antes que dejarse capturar, apenas sois diez, luego nueve, luego siete, tres... Hasta que quedáis con la espalda pegada a una carreta cargada de pieles, agotados y luchando con bravura sobre un montón de cadáveres. Cuando tan sólo quedáis dos, os miráis. Sabéis que es el fin, pero tu compañero puede ver una sonrisa en tu rostro: Os duelen los brazos de tanto contener golpes con el escudo y tanto apuñalar germanos, pero va a ser una buena muerte por la Gloria de Roma.

No sabes quién o cómo ha podido acabar contigo, ya que te duele todo el cuerpo, pero de repente estás en el suelo. Mientras la vida se te escapa, piensas que si Roma vence hoy, tu grupo será sin duda recordado por su valor y ferocidad contra el enemigo, y tu familia podrá sentirse orgullosa de ti.