Caminar por el pavimento es una gozada para tus sandalias machacadas por los dos días de caminata campo a través. Realmente pareces Mercurio mientras las piedras del pavimentum pasan por debajo de ti sin apenas esfuerzo.

Aunque como era de esperar, también pasan rápidamente por debajo de las herraduras de los caballos que los germanos robaron a las legiones de Varo. Una patrulla montada te persigue tras descubrirte andando tranquilamente, y no paran hasta darte caza.

Sientes de nuevo tu agotamiento al volver al bosque, y te juega una mala pasada en el último momento, impidiéndote huir de tus perseguidores. Mueres de noche, solo, y según los últimos millarium que viste, a menos de un par de horas del campamento de invierno.

La Diosa Fortuna fue especialmente cruel aquella noche.