Conforme te acercas al campamento, te asaltan algunas dudas. Estás ya muy cerca del campamento de invierno, pero... Te sientes lento de movimientos y reflejos, tienes hambre, frío y estás cansado, pero eso no detendrá tu gladius.

Te acercas con sigilo al guardia y aunque te ve a tiempo, no logra ponerse en guardia con suficiente rapidez. Le golpeas una vez, atravesando las pieles que le protegen, y entras en una especie de estado iracundo, apuñalándolo muchas más veces de las necesarias.

Cuando te giras hacia el cuidador, ya está yendo a por ti, sin tenerlas todas consigo, mientras su compañero se arma. Bramas rabioso, sin temer a la muerte y te lanzas contra él, apartando su lanza con el scutum y golpeando su frente con la empuñadura cuando estás más cerca de lo que su arma le permite. Después le apuñalas maniáticamente como al anterior y te encaras con el que queda, que no ha podido ni ponerse la armadura.

Al verte tan decidido a luchar hasta el último aliento, huye de ti hacia el interior del bosque. No puedes ni pensar en seguirle de agotado que estás, pero el campamento ha quedado todo para tí. Bebes y comes rápidamente, y te haces con los tres caballos, volviendo al camino tan deprisa como puedes, haciendo uso de tus últimas fuerzas.