- Pero... ¡es solo un pollo!

- No es un pollo cualquiera. ¡Es un pollo de combate!

Debió ver mi mirada incrédula así que abrió la caja y me lo enseñó.

Era un pollo. Un pollo amarillo con sus suaves plumas, mirada inocente y pico pequeño. Un pollo con unas patitas... ¡JODIDO POLLO! En cuanto me despisté había pegado un salto hacia mi cara y buscaba picotearme los ojos.

- ¡Sácamelo! ¡Sácamelo!

- ¿Qué te dije? Me voy a forrar. Esta noche voy al garito ilegal de peleas de gallos y me forro.- dijo mientras agarraba a aquel monstruo en el momento que ya tenía las patas en mi garganta.

- No sé...- dije recuperando el aire - No me parece buena idea. Es agresivo pero esos gallos son... ¡aaaarghhh! ¡agárralo! ¡Llévalo allí! ¡Llévatelo! ¡Así lo revienten!

Mi colega volvió a meterlo en la caja y la cerró. Aún así procuré no acercarme demasiado. Él estaba emocionado con la perspectiva de que su pollo fuera la sensación de la noche. Yo deseaba ver como repartían sus plumas y sesos por toda la jaula de combate. Pasase lo que pasase sería una victoria.

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