Te lanzas al combate, blandiendo tu maza, mientras ambos guardias te ven y se lanzan a por ti. La distancia cada vez es menor, cada vez están más cerca, y entonces lo sueltas.

Llevabas un estallido de luz preparado, y los guardias no se lo esperan. El poder de tu dios les ciega lo suficiente como para que un buen mazazo aplaste la cabeza del primero de ellos.

Pero el otro se recupera rápido, y empieza una batalla entre ambos. Es habilidoso, pero tú también, y el combate está bastante en tablas. Al menos, hasta que comete un error, bajando su arma demasiado pronto. Consigues colar la maza para impactarle en el abdomen, lo que le hace doblarse de dolor por un segundo.

Pero necesitarías incluso menos de ese tiempo para hacer que su cabeza estalles como un melón maduro, ante el golpe de la maza de tu dios. Ante tu golpe.