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Fue un paseo muy agradable, mucha gente encantadora por el camino, las gentes siempre agradables y encantadas de ayudar. Finalmente consigo llegar a la Iglesia de Santa María de Iria Flavia, era una verdadera historia lo que había ocurrido en este santo terreno, levantada una y otra vez, la iglesia que antaño fue catedral.

Estoy dando un paseo por el exterior y al llegar a las laudas,  me siento en uno de los sepulcros. Parece un buen sitio para pensar. 

Después de unos minutos de tranquilidad, mi mente empieza a encontrarse con mi alma, algunos momentos de la ultimas jornadas; empiezan a cobrar "vida" en mi cabeza, cojo mi cuaderno y empiezo a ordenar mis notas y añadir alguna que otra nueva, incluso inicio parte de mi articulo, no soy consiente de los minutos, el tiempo parece haberse parado, si no es por la falta de luz y por la interrupción, quizás nunca hubiese parado de escribir.

- " En ocasiones pienso que el premio de los que escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano" - dice un chico alto y moreno, debe de haber estado observando durante un rato - Disculpa mi intromisión, pero me vi tentado a saludarte - con una sonrisa amplia, continua su presentación - me llamo Enrique, y Don Roberto me pidió que viniese a ver que estaba todo bien.