Llegas al puente y, por supuesto, hay un gigantesco troll guardando su paso.
Es gris, con unos músculos exagerados, sólo vestido con un taparrabos, con un garrote de madera, y con su par de cuernos de troll (uno de ellos partido). Y tiene una de esas grandes cicatrices en la cara que potencian su rudeza pero limitan sus posibilidades de actuar en musicales.
Se para en tu camino, impidiéndote continuar y sonriendo desafiante.
–Saludos, pequeño viajero –Dice con sorna– Si quieres pasar, el acertijo debes acertar.
Si no eres certero, de ti no quedará ni el sombrero...
Oro parece, plata NO es.