Les pegas.
No han elegido un buen día para intimidarte.
Quizá sean dos, pero como dice la vieja tonada "un leprechaun cabreado, vale por tres" y tú lo estás mucho.
Los McManus no se esperaban esta reacción. Aún siendo rudos leprechauns de taberna, en cuanto les cae un puñetazo por sorpresa sin estar bebidos, se encogen como cochinillas.
A uno le das tal golpe en el mentón, que pierde un diente de oro y empieza a escupir arcoiris.
Al otro le pateas mientras se encoge llamando a Mamá McManus.
Todo es muy tosco, a decir verdad.
El que está encogido ve el diente de oro de su hermano en el suelo, se apresura a recogerlo y lo levanta en alto.
–Hey ¡Espera! ¡Para! ¡Por favor! –Suplica– ¿Sabes qué? Con esto será suficiente. Considera tu deuda pagada ¿Vale? ¿Estamos en paz?
Lo miras con desdén y confirmas que sí. Que estáis en paz.
Mientras los hermanos se quejan tumbados en el suelo, tú retomas el camino para seguir el otro rastro