Regresar a un libro 30 años después es un ejercicio peligroso. Regresar a uno cuyo recuerdo atesoras con cariño es casi una locura.
Pero a veces sale bien. Y muy raramente descubres que el libro era mejor incluso de lo que recordabas.
Esto me ha pasado con Bosque Mitago. En el momento de su publicación me fascinó esa manera que tiene de narrar historias dentro de su propia historia. Venía de leer los ciclos artúricos y el uso de la leyenda dentro de su propia historia, la explicación de la formación de los mitos, esas descripciones de bosques antiguos que estaban en el interior de Inglaterra pero perfectamente podrían ubicarse en el interior de Galicia hicieron volar mi imaginación de adolescente.
Con el recorrido de la edad temía que la magia se hubiera resentido pero sigue igual de potente. Incluso creo que he disfrutado más del Bosque Mitago al releerlo ahora. Entiendo ahora que la historia de amor de fondo es una mera disculpa para presentar un viaje a través de la obsesión, de héroes rotos que se sostienen sobre leyendas, de la amargura de haber perdido lo que creías que querías y el intento de recuperarlo o, como mínimo, vengarlo. Pero ni siquiera eso es lo más importante. Lo que importa aquí es la construcción de las historias: de como los protagonistas, llegados de un mundo racional, se va diluyendo hasta convertirse ellos mismos en figuras mitológicas. Y esa para mí es la principal virtud de Bosque Mitago: como juega de forma magistral en el filo de la navaja con la fantasía más desenfrenada comparándola con unos personajes racionales y mundanos. Hay ciertos momentos donde se intenta explicar mediante una pseudociencia lo que sucede en el bosque pero el autor lo hace con una maestría total: crea una suspensión de la realidad lo suficientemente estable como para que entres en el bosque y, a partir de ahí, dispara todo lo que quiera dentro de la coherencia de su propio mundo.
Hay quien me ha dicho que la novela le ha aburrido. Sin embargo a mí el ritmo narrativo me ha parecido nuevamente digno de un mago: desciende revoluciones cuando intenta mostrarte los sentimientos de los personajes, cuando construye esa historia de amor que será el detonante de la tragedia para luego moverse a un ritmo continuo durante el viaje de descubrimiento tanto del protagonista como del propio bosque. Acelera en los momentos clave para dotarlo de unas escenas de acción breves, concisas, para luego volver a detenerse en la descripción del bosque y sus maravillas sin que los tramos del viaje se hagan plomizos o recargados.
A nivel rol es muy adaptable. Bien con la premisa del propio libro (gente normal de nuestra época que se adentra en un bosque de fantasía) o bien usando las múltiples leyendas para narrar historias que pueden ir desde el paleolítico hasta la Edad Media.
Una lectura muy recomendable.
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