Al ver cómo los dos a los que había mandado llegar se acercaban, Gennaro despidió a su interlocutor:

—Tommy, por favor déjanos solos. Tengo que hablar con tus chicos... Asegúrate de que nadie nos molesta— Le pidió con una sonrisa acompañando aquel movimiento con un gesto de la mano. Gennaro se veía más mayor de lo habitual, la guerra lo estaba matando como estaba haciéndolo con todas las familias. La tensión, los interrogatorios, las citaciones...

—Mucha suerte chicos, a ver si todo esto se anima un poco. Puto Carlo ragazzo—. Maldijo entre dientes el Capo. No obstante Gennaro le reprendió por aquellas palabras, no estaba bien visto opinar en voz alta. Al menos delante de los que no eran los amigos de nuestros amigos.

La verdad es que a Tommy se le podía considerar un hombre maduro y bien parecido, salvo algún arrebato de ira en general sabía moverse por la familia. Un buen reflejo en el que mirarse si querían llegar lejos.

—Chico —así te llamaban por tu aspecto juvenil—, Sal... Hay un trabajito para vosotros, algo sencillito sin embargo el Don quiere que se haga bien. Ahí dentro está reunido hablando con un pez gordo, un pezzonovante, ¿capisci? —. Se rascó el mentón y tras dedicar una mirada en derredor comprobando que Ruleta controlaba el perímetro siguió hablando:

—Las cosas están muy inquietas ahí fuera así que nos viene bien cualquier favor que necesitemos, así que tener un político en la cartera es cosa buono. Mucho respeto y guardaros vuestra maldita opinión, a nadie le importa. Sí... Creo que eso sería todo, entrad que os están esperando.