–Ya me conoces Sal... Es parte de mi encanto –contestó un Luca sonriente mientras se dirigía al asiento del copiloto.

–Lleva tú el coche esta vez. Prefiero ir mirando el paisaje por el camino.

–Está bien, pero como no me cuentes a dónde debo ir... Está complicada la cosa.

–Debes ir a la zona Alta. Hay una urbanización llamada 'The Birch'. No sé dónde está pero supongo que preguntando llegaremos –contestó tomando sitio–. Parece ser que hace tiempo hicieron por allí unos negocios, los Marcetti y el político este. Por cierto, no le ha hecho ni puta gracia al Don, pronto estará durmiendo con los peces. El caso es que hicieron un chanchullo con unas viviendas... Ya sabes adjudicas la construcción de unas viviendas por encima de su coste y la diferencia la repartís. Pues debieron de agenciarse por allí un casoplón donde nos están esperando.

–Suena lógico –contestó Salvatore girando el volante e incorporándose al flujo de tráfico de la ciudad.

Una hora después, en algún lugar a las afueras de la ciudad...

Había atasco en la ciudad por lo que decidieron dar un rodeo bordeando la misma para llegar a la Zona Alta. Pero ni siquiera esa idea se antojó como ideal pues les llevó un rato salir de la ciudad.

En aquellos momentos se encontraban en una carretera que servía como circunvalación y que pronto les llevaría a su destino. Llamaban la Zona Alta al distrito más nuevo, allí donde se reunía la flor y nata de la ciudad: actores y actrices, políticos y banqueros. El denominador común era la corrupción. Algunos de las familias menos discretas gustaban de tener propiedades en aquel nuevo distrito. Banale los llamaba Don Barone, que prefería un perfil más discreto.

El Ford en el que iban cruzó el río rumbo al norte, dejaron a un lado el Parque de robles para a continuación ascender por la loma que les llevaría a su destino. 

–¿En qué piensas? Llevas un rato callado –preguntó Sal buscando romper aquel silencio incómodo que se había asentado en el vehículo.