Acto 3

Zona Alta. Urbanización the Birch.

La sinuosa carretera que subía hacia lo alto del Monte se encontraba salpicada de mansiones cosidas entre sí por avenidas cuidadas. Sin embargo ninguna de ellas era la urbanización que les interesaba.

Era ya de noche cuando llegaron a 'The Birch'. Allí no había tantos árboles como en las urbanizaciones anteriores, aunque los setos dividían las mansiones igualmente dándolas privacidad, tras aquellos setos muros altos de hormigón aparecían imponentes y dando sensación de seguridad y privacidad. Todas las construcciones poseían un aspecto familiar y hogareño a excepción de la última vivienda, la que se situaba al final de la calle tal y como Michael había descrito. Los setos estaban descuidados y los muros contaban con alambres en su parte superior, que lo dotaban de un aire a búnker casi inexpugnable. Sin embargo el interior estaba a oscuras. 

El vehículo se encontraba situado en la calle de enfrente, el motor ronroneaba aguardando que el conductor se decidiese a parar o a seguir su camino. Llevaban poco tiempo en el vehículo decidiendo cuál iba a ser su curso de acción cuando de pronto se encendieron las luces del edificio. Parecía que consciente del allanamiento que estaban planeando, había optado por darles la bienvenida, o tal vez hacerles saber que les habían encontrado.

–¡Vamos para allá, al bar de mierda ese…! –estaban lejos para escuchar con claridad las palabras y sólo se percibían cuando el que hablaba lo hacía bien alto. En la lejanía a través de la gran verja metálica se dibujó la silueta de cuatro tipos que avanzaban lentamente, el que hablaba parecía ir desarmado y no paraba de hacer aspavientos. Los otros dos estaban armados con Tommy guns y parecían acatar todo lo que les decía el primero.

–¡Acaban de decirme que han visto a ese hijo de puta de Michael allí! ¡Que vean lo que pasa cuando ponen a mi gente en mi contra! –volvió a hablar el de antes abriendo esta vez la puerta que daba acceso al vehículo y se metió en su interior. –¡Vamos rápido!

El primero de los acompañantes que portaban la ametralladora Thompson se agachó y empezó a arrancar el vehículo, mientras que los otros dos se dirigieron rápidamente a la puerta y empezaron a abrirla.

–¡Jefe! ¡Hay un coche aquí! –Dijo uno de ellos mientras que su compañero seguía entreteniéndose con las puertas. Intentó mirar en la oscuridad a ver si distinguía algo y tras dejar caer su arma, sacó una pistola que ocultó en el bolsillo y empezó a acercarse a los dos pasajeros del Ford.