Item Descripción Valor

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- La guerra afecta a todo, mon amie, más aún tratándose de un conflicto a esta escala, una Gran Guerra como algunos la llaman ya. Mi deber moral como ciudadano es ayudar en lo posible a mi patria en estos momentos de calamidad.- El señor Tessier te dedica una sonrisa melancólica.- Realmente esperaba que mi encuentro de hoy con el señor Rovira fuese más distendido que de costumbre. Después de todo debo informarle de mi intención de abandonar nuestra sociedad y volver a mi país, lo cual supondrá un revés para sus intereses.


Tras su confidencia se detiene una vez más, revisa impaciente la hora y tuerce el gesto con patente frustración.


- Pero todo este lujo está pesando demasiado sobre mi conciencia. No me importa qué clase de noticias tendrá que dar nuestro anfitrión, ahora mismo mi único deseo es dar por finalizados nuestros negocios cuanto antes.- El señor Tessier te observa un momento antes de confirmar sus palabras.- Desconozco si usted se encontraba al tanto, pero la excusa del señor Rovira para reunirnos a todos bajo su techo es la de hacer un anuncio de cierta importancia. Y ahora, si me disculpa, tengo asuntos que atender.


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- Explíqueme señor agente, si puede, ¿qué alternativas tiene el obrero que se consume en la fábrica mientras su patrón vive en la opulencia? ¿de qué opciones dispone la madre que ve cómo sus hijos pasan hambre? La violencia no es más que el resultado lógico de la injusticia crónica imperante, el último recurso de los desesperados.


El joven ha perdido la compostura por unos segundos y su respuesta ha tenido un tono más alto de lo que había pretendido, atrayendo la atención de algunos invitados cercanos que os observan con semblante sorprendido, pero sin intervenir.


- Personalmente no me parece extraño que haya personas que se echen al monte como auténticos pistoleros y emprendan una vida de crimen.- Cuando retoma el diálogo, su voz es apenas un susurro y ha adquirido un claro matiz de amenaza.- Resulta lícito buscarse la vida al margen de la ley cuando ésta se halla tan podrida que permite nidos de corrupción e inmoralidad en todos los rincones. La clase obrera comprenderá, tarde o temprano, que para prosperar no son necesarios ni dios ni amo.


A la vez que pronuncia su pequeño alegato comienza a agitar enérgicamente su dedo índice a escasos centímetros de tu cara. Cansado de sus impertinencias le sujetas velozmente la muñeca y le obligas a retirar la mano. Dolido, el joven te mira con fuego en los ojos.


- Estaré encantado de continuar esta animada discusión más tarde, le espero en el jardín del patio inferior tras el comunicado del señor Rovira.