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Te plantas ante el joven estudiante con los brazos en alto e intentando ser lo más inofensivo posible. Él te apunta con manos temblorosas y con la mirada llena de duda.
- No pensaba que esto fuese a acabar así, con asesinatos indiscriminados a sangre fría. Nos hemos convertido en vulgares terroristas.- No parece que el joven estudiante esté muy orgulloso de su aparente participación en el asalto a la mansión. Se derrumba en la butaca y te entrega voluntariamente su arma.
- Esa mujer está loca. No sé qué pretende hacer con los tres rehenes, pero desde luego yo no he tenido estómago para seguirles.
Imágenes de brujería realizada con cuerpos humanos asaltan tu mente. Descartas rápidamente estos pensamientos, todavía tienes rehenes a los que rescatar.
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Te encuentras de nuevo en el salón principal de la mansión, una impresionante estancia de dos alturas, en forma de óvalo alargado sin líneas rectas. Tres grandes lámparas modernistas cuelgan del alto techo decorado con mosaico. En la parte más alejada puedes ver una gran puerta doble de madera y vidrio coloreado que parece dar a una amplia terraza exterior.
La fiesta se halla en su momento álgido y la totalidad del salón principal bulle de actividad. Grupos de invitados empiezan a colarse por todos los rincones del gran salón, charlando animadamente, bebiendo y riendo. Los sirvientes caribeños se afanan por mantener las mesas y a los invitados bien atendidos, varios de ellos entran y salen del exterior cruzando las amplias puertas de madera.
Compruebas la hora, son las 9 y 15 de la noche y parece que el señor Rovira no tiene planeado hacer acto de presencia por el momento. Decides que no tiene sentido especular a ciegas sobre cuáles pueden ser las intenciones de vuestro anfitrión, por lo que vuelves a centrarte en tus posibles objetivos con la esperanza de averiguar algo más sobre los motivos de esta fiesta.