Decides adentrarte en el pasaje. Los cánticos resuenan con más fuerza en las cavernosas paredes a medida que avanzas.

Finalmente llegas a una espaciosa cavidad natural en la que se desarrolla una escena dantesca. El señor Rovira y su sobrino nieto yacen semidesnudos e inconscientes dentro de una estrella de cinco puntas, dibujada sobre el suelo de piedra con algún tipo de polvo verde fosforescente. Los tres rehenes están arrodillados ante tres de las puntas de la estrella. También ves a los cuatro asaltantes, quienes observan el ritual desde un segundo plano con mezcla de asombro y curiosidad.

Zoila Vargas y otra media docena de sirvientes entonan una repetitiva oración, cuya cadencia va en aumento hasta alcanzar un clímax. Contemplas impotente cómo el ama de llaves apuñala el pecho de Cristóbal Merino con una daga serpenteante. Los sirvientes inician de nuevo el canto de la letanía mientras Vargas se dirige a la siguiente víctima, el comisario Torres.

Por suerte nadie te ha visto entrar en la sala, pero debes intervenir rápido.

La figura resulta verdaderamente aterradora. Se trata de una burda representación de algún tipo de deidad primigenia, con tentáculos por extremidades y una masa informe donde debería estar la cabeza.

En lo que podrían ser sus brazos sostiene varios símbolos en forma de espiral, como si ejecutara algún tipo de malabarismo o juego de manos con ellos.

En la parte posterior de la cabeza tiene dibujada una estrella de cinco puntas atravesada por una daga de hoja serpenteante.

Examinas detenidamente la estrella con tu lupa, y encuentras un diminuto botón en el centro de esta. Al pulsarlo, se abre un departamento en la base de la estatua. Dentro hay un diario de tapas negras.