Item | Descripción | Valor |
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La mujer se detiene en seco mientras al ver que diriges tu arma hacia el señor Rovira.
- Pero, inspector, ¿sería usted capaz de disparar a un hombre indefenso?- Dice con voz lastimera mientras retrocede lentamente, observando la situación. Sus secuaces han logrado apuñalar a dos de los asaltantes, pero también han sufrido bajas.
Enfurecida, se lanza daga en mano hacia los dos rehenes. Apuntas con el revólver para detenerla pero no es necesario disparar. Fernando Vidal ha logrado liberarse de sus ataduras durante la pelea y esquiva en el último momento la embestida de la mujer, haciéndola caer de tal manera que la daga se hunde profundamente en su vientre. La vida de Zoila Vargas se apaga entre agónicos estertores.
La muerte del ama de llaves provoca una reacción en cadena. Ves como el cuerpo del señor Rovira convulsiona con violencia, mientras el techo de la caverna comienza a desplomarse y tanto los sirvientes como los anarquistas huyen despavoridos del lugar.
Ayudas al comisario Torres a incorporarse, a la vez que Vidal hace lo propio con el muchacho heredero. Lográis salir a la superficie y volver a la mansión.
En el exterior, todos los implicados en el ataque han sido detenidos por varias unidades de policía que acaban de llegar alertadas por los invitados a la fiesta. No te resultará fácil explicar lo ocurrido esta noche en la mansión Rovira.
[FIN]
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Te encuentras de nuevo en el salón principal de la mansión, una impresionante estancia de dos alturas, en forma de óvalo alargado sin líneas rectas. Tres grandes lámparas modernistas cuelgan del alto techo decorado con mosaico. En la parte más alejada puedes ver una gran puerta doble de madera y vidrio coloreado que parece dar a una amplia terraza exterior.
La fiesta se halla en su momento álgido y la totalidad del salón principal bulle de actividad. Grupos de invitados empiezan a colarse por todos los rincones del gran salón, charlando animadamente, bebiendo y riendo. Los sirvientes caribeños se afanan por mantener las mesas y a los invitados bien atendidos, varios de ellos entran y salen del exterior cruzando las amplias puertas de madera.
Compruebas la hora, son las 9 y 15 de la noche y parece que el señor Rovira no tiene planeado hacer acto de presencia por el momento. Decides que no tiene sentido especular a ciegas sobre cuáles pueden ser las intenciones de vuestro anfitrión, por lo que vuelves a centrarte en tus posibles objetivos con la esperanza de averiguar algo más sobre los motivos de esta fiesta.