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El sonido de una campana en el salón principal convoca a todos los asistentes. Parece que el señor Rovira al fin va a hacer acto de presencia.


A pesar de la multitud allí congregada, la sala queda en completo silencio al abrirse una puerta y acceder al salón tres personas. A la cabeza un hombre septuagenario, delgado y con poco pelo, que se apoya en un bastón. A su lado un muchacho joven, rubio y bien vestido, que a duras penas puede ocultar su incomodidad ante la situación. Y en segundo plano pero siguiéndoles a poca distancia una mujer mulata, de unos 40 años, pelo negro y rizado, al parecer la única fémina en el servicio del señor Rovira.


- Buenas noches, distinguidos invitados.- Comienza a hablar el hombre mayor.- Creo que algunos de ustedes no me conocen así que es necesaria una presentación. Mi nombre es Alejo Rovira y soy la persona responsable de este pequeño evento social.- Hace una pausa para contemplar el abarrotado salón.


- Seguro que son aún más los que nunca habían estado en este lugar. Es cierto que no suelo abrir las puertas de mi hogar con frecuencia, y que si he decidido hacerlo hoy es porque tengo un anuncio importante que comunicar.- Llegado a este punto pone la mano sobre el hombro del muchacho, que reacciona con timidez.


- Permítanme presentarles a Tristán Miller-Rovira, hijo de mi querida sobrina Isabel, a la que siempre echaré de menos, y su esposo Robert Miller, que fue un hombre de negocios estadounidense con intereses en la isla de Cuba. Tristán es mi única familia tras la muerte de sus padres en un funesto accidente naval que ocupó las portadas de todo el mundo. Ha sido educado en los mejores internados de Suiza y habla varios idiomas.- El joven apenas es capaz de inclinar levemente la cabeza a modo de saludo.


- Recientemente ha cumplido 18 años, de manera que hemos decidido realizar su presentación en sociedad. También deseo hacer pública mi intención de declarar a Tristán heredero universal de todos los bienes e intereses de la familia Rovira, por lo que desde ahora residirá en Barcelona.


Las reacciones entre la audiencia varían, algunos susurros de interés, varios aplausos de cortesía, y muchos invitados que probablemente ya sabían lo que el señor Rovira tenía preparado.


- Y ahora por favor sigan disfrutando de la fiesta.


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Al verse cuestionado, el joven parece dudar un instante antes de retomar la conversación con su habitual insolencia, pero sin poder ocultar un leve matiz defensivo.


- Mi nombre es Luís Clotet, mi familia tiene ciertos lazos con el señor Rovira, quien además es un hombre de mente abierta que no suele rechazar ninguna teoría, política o filosófica, por vanguardista que esta pueda resultar. Le conozco personalmente y fué él quién me hizo llegar la invitación.


Por un instante el joven universitario parece inmerso en algún tipo de debate interno.


- Pero me cuesta entender el motivo real de esta reunión, es algo impropio del señor Rovira hacer gala de semejante ostentación. En primer lugar porque es un hombre extremadamente celoso de su privacidad, pero también porque la convulsa situación actual recomienda no ofrecer grandes muestras de opulencia. ¿Acaso no recuerda los disturbios de la semana trágica, hace unos años? Por supuesto, esos altercados fueron debidos a un reclutamiento militar forzoso, pero la mecha de la indignación sigue ahí, dispuesta a encenderse bajo el mínimo pretexto. Y cuando eso ocurra ni usted ni todos los defensores de las corruptas normas que nos someten podrán detener la ira del pueblo.


El joven no hace ningún esfuerzo por ocultar su desprecio manifiesto.