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Nada bueno puede salir de quedarse allí. Lo que sea que haya pasado ya ha ocurrido, y no creéis tener nada que hacer para evitarlo ya.

Recorréis el largo pasillo hasta el ascensor, alguna mirada hacia atrás de los dos delata el miedo que os rodea. El ascensor tarda unos minutos en bajar, unos largísimos minutos que parecen horas. En cualquier momento podría aparecer, quien sabe que por aquel pasillo.

Las puertas se abren, entráis y no tardáis en llegar a la planta superior y desde allí salir al exterior. El cielo azul y despejado, acompaña una preciosa mañana que recuerda a un buen día de primavera.

Os miráis y notáis un temblor en el suelo, del suelo comienzan a surgir pequeños tentáculos similares a los que habéis visto en el portal, pequeños animales surgen de las grietas del suelo y la tierra y la vegetación que os rodea se torna de un negruzco enfermizo.

Metes las manos en los bolsillos y las sacas, las miras. En una tienes tu teléfono móvil. Una llamada bastaría para que las autoridades pertinentes se presentaran allí en escasos minutos.

En la otra las llaves de tu coche. Puede que sea el momento de dejarlo todo atrás y escapar de allí antes de que sea definitivamente tarde. Al fin y al cabo tanto tu como Paco estáis vivos.

Movido por esa idea surgida de algún recóndito y oscuro lugar de tu mente, decides abrir la puerta. Nada más hacerlo sientes un pinchazo en la sien y ves el terrible error que has cometido. Los cuatro inician una carrera para salir de la sala...

Rápidamente miras el botón para cerrarla de nuevo, pero un nuevo pensamiento cruza tu cabeza. Quizá solamente quieran salir para volver a evitar el dolor de los rayos, si ha sido solamente un poco más intenso que el tu sufriste, ha tenido que ser terrible.

En tan solo una fracción de segundo has de decidir. Cerrar la puerta antes de que salgan o ver que ocurre.