Mandas a todos fuera para quedarte analizando el resultado. Cuando se han ido cierras la puerta y miras el panel de mandos.

Las ideas vuelven a surgir solas. Una de ellas, la más fuerte, te indica que tienes que volver a poner todo en marcha. Como si de inspiración divina se tratase sabes que subiendo el oxígeno el experimento puede funcionar, pero por otro lado... no te gusta esa sensación. Es como si alguien te estuviera obligando a hacerlo desde lo más profundo de tu mente.

Das un paso atrás y dejas que sea Paco quien siga con las decisiones. Cambia ese valor, luego aquel y finalmente ajusta en la pantalla 5 un par de parámetros que se estaban descontrolando. Baja ligeramente la potencia y repentinamente comienzan a salir rayos de nuevo que impactan en los dos técnicos de la sala.

Varios de los rayos parecen dirigirse a ti, pero se detienen en el cristal y parecen ramificarse por el mismo teniéndote a ti como objetivo final.