Item Descripción Valor
Todo se sale de los parámetros normales. Indicas a Paco que destruya el bolómetro. Asiente no sin hacer un terrible esfuerzo para moverse que notas en lo lento que se desplaza. El resto de técnicos permanecen unos quietos, otros arrodillados en el suelo. Unos pocos miran a Paco con recelo.

Paco se acerca al bolómetro con una llave de tubo para golpearlo y destruirlo, pero eventualmente se detiene.... Después de un par de minutos los rayos cesan y comienza a surgir una especie de materia de color verde oscuro que va creciendo poco a poco formando un vórtice de casi dos metros de alto por algo menos de uno de ancho. La parte exterior del mismo es del color verde oscuro que salía del bolómetro, y va tornándose al negro más profundo que nunca habías visto.

Aquellos rayos no parecían dañinos, los sensores no marcan nada fuera de lo normal. Hay demasiado en juego y puede que esta sea la última oportunidad que te den los inversores. 

Decides seguir, e indicas a Paco que suba al 100% el bolómetro. Al hacerlo, el punto verde no crece, pero si la frecuencia e intensidad de los rayos verdes, que ahora si comienzan a ser dolorosos. No en los puntos de impacto, sino en la cabeza.

Sientes como si alguien estuviera abriendo tu cabeza y clavándote pequeños alfileres, rebuscando entre tu cerebro con unos finos y puntiagudos dedos. Algo en tu cabeza te dice que hay que aguantar, que solo es un poco más hasta que se estabilice. Pero tu mente analítica te dice que no, que eso no está bien.

¿Deberías indicar a Paco que diera el experimento por terminado o te dejarás llevar por esa corazonada de que en cuanto se estabilice, los rayos y el dolor deberían cesar?