Item Descripción Valor

Poco a poco comienzas a darte cuenta de que algo no está bien en tu cabeza. Es como si alguien controlara, o al menos lo intentara, tus pensamientos y acciones.

Cierras la puerta a toda velocidad justo cuando los rayos cesan y los guardas de seguridad pasan a estar igual que los otros técnicos. Los cuatro te miran y te señalan para poco después señalar a la puerta que acabas de cerrar.

Tu mente trabaja pensando que hacer y entonces Paco coloca su mano sobre tu hombro. Su rostro está medio descompuesto, blanco de preocupación. Miras a los otros técnicos de la sala y se encuentran en situación parecida.

- ¿Que ocurre? No... no entiendo nada -

Por un momento piensan en contarle a Paco lo que crees que está ocurriendo, puede que sea una locura, pero a él le puedes contar lo que sea; y notas en su mirada que está preocupado y que sabe que sabes algo.

Por otro lado no quieres poner en riesgo su vida, y si le cuentas tu teoría no querrá separarse de ti. Si fuera al revés tu no te separarías de él.

Entras en la sala y te diriges directamente al bolómetro, con la idea bien clara en la cabeza.

Levantas el brazo y un rayo impacta directamente en tu pecho, otro en tu brazo y un tercero en la mano. El dolor es tan fuerte que te ves forzado a caer de rodillas y poco a poco vuelves a sentir como pierdes el control.  Algo de nuevo está controlando tus acciones y parece que ahora lo que va a hacer es tocar el vórtice. Nada mas entrar en contacto con la sustancia verdosa sientes un fuerte tirón que te absorbe hacia el interior.

Abres los ojos y ves que te encuentras rodeado de oscuridad. Mueves los pies pero no encuentras nada sobre los que apoyarlos. Los brazos tampoco alcanzan a tocar nada. Es como si estuvieras flotando.

Una profunda y grave y ronca respiración que parece provenir de todas las direcciones hace que se te erice el cabello de todo el cuerpo y es entonces cuando lo ves.

Cientos de tentáculos surgen de lo que podría ser un enorme rostro deformado situado a un par de metros de ti... Uno de ellos se acerca a ti, y con lentitud comienza a atravesarte el estómago hasta que sale por la espalda. No has sentido dolor, ha sido como si tu cuerpo fuera mantequilla. Tus ojos están fijos en aquel rostro y pronto pierdes toda consciencia de ti mismo, sumergiéndote en la oscuridad del lugar que te rodea.