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Aun no te explicabas como había podido pasar aquello, como un salto rutinario y, en teoría, controlado, te había llevado a aquel lugar, el más peligroso de todo el universo conocido, el mundo donde se había originado lo que entre las especies civilizadas se conocía como La Gran Plaga. Una especie de horribles y depravadas criaturas que, a pesar de su inteligencia, lo único sabían consumir y reproducirse sin control alguno. Una especie que había formado un Imperio que asolaba sistema tras sistema, mundo tras mundo, devorando sus recursos hasta volverlos completamente yermos. Y tú estabas en su centro.
A años luz de cualquier lugar mínimamente seguro o civilizado, lejos de todo lo que conocías y con una nave averiada entre los miles de millones de aquellas criaturas que habitaban en ese planeta, los millones que había en el asentamiento en el que te encontrabas, aquella especie de urbe, si es que se le podía llamar así, llena de construcciones y estructuras que se extendían hasta donde la vista alcanzaba y se alzaban hacia un cielo oscurecido por las permanentes nubes de desechos que hasta ocultaban la luz de su sol… y sin embargo, seguías con vida, lo cual era todo un logro.
Al menos, de momento.
A pesar del modulador de voz que incorpora tu camuflaje, no podías arriesgarte a ser detenido o cuestionado si salías por la noche, pues tu escaso conocimiento del idioma podía delatarte, así que decidiste esperar a que amaneciese y así aprovechar para descansar.
Varias horas después, casi completamente cubierto por la densa nube de contaminantes, el sol se alzó en el horizonte, y con él, el lugar empezó a despertar, por lo que cogiste las piezas que necesitabas para reparar tu nave y abandonaste la estructura abandonada que te había servido como refugio hasta el momento.
Aún te costaba entender cómo era posible que tantos de aquellos seres pudiesen vivir en tan poco espacio, debían de haber cientos, tal vez miles de ellos a tu alrededor, dificultando tu avance, especialmente a causa de su horripilante aspecto y el terrible hedor que emanaban, cosas que tenías que obligarte a ignorar para que no te descubriesen. Por suerte para ti, parecían ignorarse unos a otros, lo cual te ayudó a pasar entre ellos sin llamar la atención… al menos hasta que varios pitidos provenientes del dispositivo de camuflaje te avisaron del inminente agotamiento de su energía.
El miedo y la impotencia se adueñaron de ti mientras observabas el lugar donde tu nave estaba oculta… ¿Podrías alcanzarlo a tiempo?