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El comisario Torres apenas puede ocultar su asombro ante la magnificencia de la sala principal. Se trata de una impresionante estancia de dos alturas, en forma de óvalo alargado sin líneas rectas. Tres grandes lámparas modernistas cuelgan del alto techo decorado con mosaico trencadís. En la parte más alejada puedes ver una gran puerta doble de madera y vidrio coloreado que parece dar a una amplia terraza exterior.
Varios grupos de invitados conversan ociosos entre las mesas, servidas generosamente con viandas y refrigerios de todo tipo. Un sirviente se encarga de mantener los mostradores y a los invitados bien atendidos. Parece que todo el personal de servicio de la mansión está formado por robustos mulatos extremadamente eficientes, una muestra de exotismo que sin duda proviene del pasado cubano del señor Rovira.
- Creo que nuestro anfitrión aún tardará un tiempo en aparecer.- El comisario se ha sobrepuesto al impacto inicial y su atención está ahora totalmente dedicada a las bien surtidas mesas.- Como le decía, hable con la gente, muévase entre los invitados y déjese ver un poco. Nos encontraremos más tarde.
Mientras observas a los invitados en busca de personas con las que conversar, un reloj marca las 9 en punto.