Item Descripción Valor

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Le pegas.

Sorprendentemente, él también a ti. Apenas reaccionó a tu puñetazo, como si hubiera sido una brisa. Es un rival que claramente no conviene infravalorar. Su golpe te tumba haciéndote deslizar varios metros por el suelo.

Te levantas, cubierto de tierra y hojas, te sacudes la suciedad, y te remangas.

El conejo mueve su hocico, como si mascara algo, o como si olisqueara el aire. No te queda claro, pero es como si no tuviera absolutamente nada que ver con la pelea. De hecho, su forma de mirar a los lados da a entender que en realidad pasa bastante de ti.

Te lanzas de nuevo y ¡Boom! otro guantazo que te lanza por los aires.

Miras al conejo, y el conejo te mira de reojo. Se rasca una oreja. Y cuando vuelve a reparar en ti, entiendes que está pasándolo bien; se gira en tu dirección y sube los guantes en un estilo clásico, claramente retándote.

Ese conejo se interpone entre tu oro y tú.

Te mosqueas mucho más. Alcanzas el nivel de enfado del típico pato marinero que hasta se pone rojo.

Le golpeas donde menos se lo espera... ¡en el reloj de cadena! Instintivamente el conejo dirige su atención al estado de su reloj (¡Qué no esté roto!) Y aprovechas para empezar a soltarle mamporros sin compasión. Le rompes una válvula y un chorro de vapor sale silbando. 
Asustado por los golpes y los ruidos, el conejo huye a toda velocidad.

Respiras con cierto agotamiento. 
Pero ya puedes continuar tu camino.

Las huellas de cascos se pierden tras unos matorrales y alcanzas a ver un par de cuartos traseros equinos que, sin duda, son los responsables del rastro.

¡Ya estás tan cerca...!